BERLUSCONISMO VS. KIRCHNERISMO
- Héctor Guillermo Vidal Albarracín
- 1 dic 2014
- 4 Min. de lectura
En un excelente artículo de ADN Cultura del 28/11/14, titulado: “La democracia, ese arte de ponerse en la piel de otro” se transcribe un encuentro entre Mario Vargas Llosa y Claudio Magris sobre las crisis de las democracias en América Latina. Se destaca que tanto en los países desarrollados como subdesarrollados, la democracia atrae poco a los mejores y mucho a los mediocres. Si queremos mejorar hay que participar de la política y de alguna manera aconseja a que se debe jerarquizar esa actividad tan cascoteada.
Seguidamente, Magris se refiere al proceso en Italia del “berlusconismo”, y señala que para combatirlo deber ser entendido, no basta con subestimarlo o simplemente despreciarlo.
Tal comentario vertido en el 2009, tiene plena aplicación al “kirchnerismo” en nuestro medio. No es suficiente con calificarlo de corrupto e indecente, deplorar y condenar lo que sucede, hay que aceptar que si triunfó es porque una mayoría lo eligió y no se le opuso nada mejor. Para que no vuelva a suceder, hay que empezar por entender por qué sucedió.
Estoy convencido de que ese es el primer paso en el camino para que la oposición sea eficaz. Van solo algunas reflexiones, que a lo mejor pueden ayudar a dar una respuesta.
En un momento de chatura política y de crisis de valores, el “kirchnerismo” propuso un modo distinto de hacer política, cambiando las reglas de juego, Para equiparar a todos los jugadores niveló para abajo: relativizó la jerarquía de valores. ¿Cómo lo logró?
Ante la falta de un programa político creó una mística e incorporó la pasión. Como dice Ariel Scher en su último libro, “el deporte es la metáfora para hablar de los días de la infancia, de la nostalgia por el barrio o los padres, del amor a los hijos, del folclore y los rivales”. Desde ahí creó un vínculo cálido, afectuoso, como el que une las familias, convirtió a sus adictos en fans de su equipo.
Es así cómo los valores fríos de la democracia entusiasman menos que los valores cálidos o afectivos. Es así como todo se relativiza y los valores se entibian. Al mejor estilo de Damián Szifron en “Relatos Salvajes”, no está tan mal que el padre no vacile en comprar la inocencia de su hijo, aun cuando se castigue a un tercero inocente.
El kirchnerismo no repitió el mal uso de la violencia que hicieran los gobiernos que lo precedieran y priorizó el camino del diálogo, aunque un diálogo en el que no cabe disentir. Se le criticó remover pedazos de historia que han producido mucho dolor, que consideró no debían quedar olvidados sin antes ser mitigados. Puso la mirada en el pasado, alegando que había que curar muchas heridas antes de poder proyectarse hacia el futuro. Los jóvenes se alistaron en la Cámpora con los laureles de los Montoneros, y sacaron rédito del dolor de las víctimas de los enfrentamientos militares.
Por eso, cuando miramos hacia adelante, hay un escepticismo general: nada funciona, todo está al revés. Pasividad del Estado frente al quebrantamiento de la ley, vacío de autoridad. No se sabe que está prohibido. Vale todo.
¿Cómo se llegó a esta situación?
Fue una década en la que nos fuimos acostumbrando a la ilegalidad. El gobierno redobló la apuesta y ahondó el enfrentamiento entre los argentinos, siguió en su búsqueda de un chivo expiatorio de sus errores, cargó contra las corporaciones y contra todo el que piense distinto.
Se dictan leyes tramposas: tienen la estructura de ensayo/error (se dictan, se aplican, se advierte el error y se derogan), y logran regir un tramo para producir los efectos deseados como ley penal más benigna. En otros casos el proyecto oculta sus fines. Invoca una razón válida pero subyace otro fin espúreo.
Existe un gran temor ante la restricción cada vez mayor de los derechos individuales. El “vamos por todo” es el sometimiento total: del campo, luego del empresariado, de los medios y ahora de la justicia. El estado de derecho está herido de muerte. Frente a ese cuadro es importante que quede algo institucional a quien acudir, por ello el rol fundamental de la justicia.
Ahora bien, mostrar errores u horrores no basta, sólo produce exclamaciones, tales como: ¡No se puede creer! ¡Hasta donde hay que tolerar! Es que no se gana nada con demostrar lo que está a la vista, es como insistir con la inflación y la mentira del INDEC ¿Hay algo más evidente?
La justicia sola no alcanza. Podrá dejar al descubierto lavados de dinero, enriquecimientos ilícitos, pero no será suficiente freno. La pasión militante impide ver o justifica todo. El mito seguirá, excepto que se llegue a privar de la libertad a los responsables.
Por eso, hay que ayudar a la justicia en la lucha. No basta con apoyar a Campagnoli o a Bonadío. Se necesita una oposición unida que supere las individualidades, sin partidismos ni mezquindades. Si el kirschnerismo es River o Boca, hay que oponerles la selección nacional.
Estamos atravesando un período de escepticismo, o al menos, de desmotivación. Si bien para superar ese estado anímico, se requieren muchos cambios, también es necesario, y es por donde debemos empezar, adoptar una actitud patriótica.
La oposición en vez de promesas de mejoras o críticas al gobierno, debe unirse, no mostrar fisuras, se requiere convergencia en una base nacional.
¡Basta de quejas estériles! Aprovechemos nuestra vapuleada democracia y ocupemos el lugar de ciudadanos, no nos limitemos al reproche entre amigos de esos actos vergonzantes. La justicia sola no puede, apoyemos a que castigue a quienes violan la ley y las instituciones.
Comments