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LA VENGANZA DE LA ILEGALIDAD

  • Guillermo Vidal Albarracín
  • 13 may 2012
  • 1 Min. de lectura


"Cuando era chico veía el cartel «No funciona» en la puerta del ascensor de mi casa y sabía que vendría un técnico y lo arreglaría. En nuestro país, sin ningún cartel que lo aclare, hay muchas cosas que «no funcionan». Por ejemplo, las leyes penales, ineficaces para desestimular la actividad delictiva.

"Hoy se advierte un desencuentro entre los fallos judiciales y las expectativas de la opinión pública. En un caso, una conducta es delictiva y en otro similar, no; esto rompe la máxima de que todos somos iguales ante la ley. Así, una conducta puede ser hurto o cleptomanía y su autor ser ladrón o enfermo; ante un acto de corrupción de un funcionario, se cuestiona a quien investiga y el expediente se cajonea hasta prescribir.

"¿Cabe echar la culpa a la ley? Entiendo que no, si las leyes respetan en su estructura las garantías constitucionales. En cambio, si se dicta una ley para ver las fallas que genera su aplicación y luego se la modifica, entonces sí, la ley puede ser causa de los abusos que cometa el funcionario de turno.

"Es necesaria una reforma integral, pero es imprescindible afrontar el problema ahora, pues no se trata del caso del ascensor, en el que es válido anunciar: «Habiendo escaleras el propietario no se responsabiliza de los daños que pueda ocasionar el uso del ascensor». Ortega y Gasset nos previene: «Toda realidad ignorada prepara su venganza».


Carta lectores diario LA NACION del DOMINGO 13 DE MAYO DE 2012

 
 
 

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