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ENTRE SOMBRAS

  • Foto del escritor: Jackie Vidal
    Jackie Vidal
  • 28 sept 2009
  • 3 Min. de lectura

“Ahora vemos a través de un vidrio oscuro”

1 Corintios 13, 12


“¿Teniendo ojos no véis?”

Marcos 8, 18


La idea, en realidad platónica, de Pablo de Tarso contenida en la Primera Epístola a los Corintios que ha ocupado y preocupado a tantos desde que fue escrita hace casi dos mil años, entre ellos el creador cinematográfico sueco Ingmar Bergman (“A través de un vidrio oscuro”, Suecia, 1961), ocupa ahora también a nuestro excelente novelista Jackie Vidal.


El concepto de que el hombre aunque tenga ojos no llega a ver claramente las cosas de este mundo deriva muy probablemente del conocido mito de la caverna expuesto por Platón en el Libro VII de “La República”. Esa original idea nos señala, como lo hizo unos siglos después Pablo (o quien escribiera la carta por Pablo) que el autor de la Epístola era indudablemente un conocedor o quizás un partidario del platonismo. Recordemos que, de cualquier manera, Pablo era un ciudadano romano del siglo I y un hombre culto seguramente embebido del helenismo predominante en la época.


Desde su muy emotiva dedicatoria (“A mi padre”) el autor revela sus conocimientos sobre la ceguera o mejor dicho sobre el comportamiento de los ciegos. Y los expone sin parcialidad alguna, sin atenuantes, sin preconceptos, sin condescendencias emotivas y, casi diríamos, hasta impiadosa y lúcidamente. Observa que “la ceguera es un aislamiento con el mundo exterior que puede engendrar resentimiento y rechazo a los demás, y hasta en algunos casos, transformarse en una paranoia discriminatoria”.


En este punto el lector no puede menos que recordar el lapidario “Informe sobre ciegos” redactado supuestamente por un obsesionado psicópata que incluyó Sábato en su novela “Sobre héroes y tumbas”. Pero, Jackie Vidal no ha concluido: nos cuenta la experiencia de vida con su propio padre que “ingresó en la oscuridad a los veinte años” y que le enseñó a considerar el hecho de la ceguera desde otro punto de vista: aquella que lleva al hombre a bucear y a explorar su yo interior y a encontrar a partir de entonces la riqueza y la grandeza que está muy adentro del alma.


En el transcurso de la novela su protagonista, Claudio Sánchez, parece alternativamente participar de ambos enfoques. Posee aspectos entremezclados de maldad y de altruismo. En tanto su enfermedad le impide ver el mundo exterior al mismo tiempo le ocasiona un doble proceso. Por un lado parecen aflorar sus aspectos más negativos (aquellos que señala Jackie Vidal en su dedicatoria); pero, al mismo tiempo, su ceguera lo va haciendo crecer interiormente y a preocuparse por los débiles y por los marginados.


Todo este doble proceso es sostenido y apoyado por la comprensión del carácter y la conducta de los demás. Pero es Lola, su novia ciega desde el nacimiento, quien parece aún más lúcida que Claudio para interpretar el mundo exterior. Lola es, de todos los personajes de la novela, la más definida, la mejor elaborada, porque posee una coherencia en sus palabras y en su acción que se distingue y aún supera a la del protagonista. Y recordemos, una vez más, que es ciega de nacimiento. Porque, a veces, como dice el evangelista Marcos, algunos seres humanos tienen ojos pero no ven. Lola sin ojos a su manera, ve. Y ve más claramente que los demás que aunque tienen ojos no ven o solamente ven a través de un vidrio oscuro al decir de Pablo.


Las preocupaciones sociales del autor quedan claramente expuestas justamente en aquellos pasajes de la novela en los que se destaca especialmente como experimentado narrador: el bajo mundo de la prostitución, el de las villas miserias, el de los cartoneros, el de los políticos corruptos, pero fundamentalmente, el de los presidiarios. No es la primera vez que Jackie Vidal se destaca en estos aspectos. En sus novelas anteriores (que también hemos leído con sumo placer y con respecto a las cuales la que comentamos supera en cuanto constituye un avance a todas luces) como “La hija de otro” y “Las siete últimas canciones”, también es destacable observar su pericia, su habilidad y su claridad para describir diversas situaciones en esos submundos, especialmente el policial, el judicial, el carcelario.


El triste final de la novela y de su personaje puede ser interpretado de diversas maneras. Pero de todos modos no deja de ser un final desalentador donde el protagonista capitula ante una realidad que le resulta insoportable. Una especie de Werther del siglo XXI aunque nada romántico. La penosa moraleja final sería que el mal triunfa sobre el bien, la frustración sobre los buenos propósitos, el desaliento sobre la perseverancia, la rendición sobre la voluntad de mejorar las cosas torcidas, los entuertos como diría Don Quijote, un personaje también de novela con algunos rasgos comunes con nuestro protagonista.

 
 
 

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